En esta vida que conozco, el tiempo se desenvuelve con una dinámica peculiar e inexorable, algunas cosas nos acompañan a lo largo del trayecto, otras se nos desprenden de la piel, o nosotros mismos, intencionalmente, decidimos apartarnos de algún ente pernicioso.
Las personas contamos con diversos recursos tomados de la propia experiencia. Tendemos naturalmente a utilizar mecanismos de defensa para preservar nuestra salud. Vivimos debatiéndonos entre ser feliz y protegernos, entre proteger a los demás, preservar nuestra salud o proporcionar felicidad a nuestros seres queridos. Todo tiene su precio.
He leído que el ser humano es insaciable, persigue la felicidad como si ésta fuese un espejismo. No la consideramos tangible, nítida, siempre se nos escurre entre las manos, como el agua. No sabemos cómo retenerla. Siempre la ensuciamos con otras cosas. Siempre la buscamos en lugares erróneos, ignoramos que se encuentra en nuestro interior. Somos increíblemente caprichosos porque aquel secreto fue revelado hace tiempo y sin embargo, nos cuesta creerlo. La felicidad late dentro mío, pero mis pensamientos y consecuentes acciones no hacen mas que acallarla, encerrarla, cubrirla de polvo.
La felicidad se sacude las cenizas, y danza, pero al tiempo vuelvo a boicotearla, sus zapatos se erosionan y la música desentona entre mi corazón, percepción y razón.
Este último mes la vida me regaló todo lo que siempre quise, todo lo que desee con fuerza los diez últimos años de mi existencia. Si bien uno logra despojarse de algunas cosas nocivas, aún no logré erradicarme el vicio a los comestibles dulces. Tal vez suene gracioso, generalmente me río de mi misma, pero últimamente me estoy desesperando porque siento que estoy dentro de un círculo vicioso, dando vueltas, mareada, exhausta, harta, indignada conmigo misma, sintiéndome en deuda con la vida que tanto me ofrece y por momentos me dedico a opacar sus magníficos tesoros. Siento una inercia que me sostiene de las muñecas, invalidándome, una inercia que me enceguece. Y en estos momentos comprendo a los drogodependientes. Soy una “azúcardependiente”. Es algo tragicómico para mí. Mientras mis estrellas favoritas del cine y la literatura sufren adicciones a vinos y licores; tabaco, marihuana y otras “flores”; yo soy adicta a los bombones, galletas y alfajores.
Me siento demasiado naif. A veces no sé si reírme o llorar.
7.2.09
"Azúcardependiente"
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2 comentarios:
Pues cuando sientas necesidad de llorar llora. Cuando por el contraro tengas la necesidad de reir, rie tanto como gustes....
Y mientras podamos ¿cómo reprimirnos al dulce? jejeje yo soy muy golosina también.
Un abrazote repleto de azúcar!!!
ANA
reite cuando te encuentres llorando por cosas que no valen la pena, y llorá de alegría, debe ser la mejor forma de estar...
tengo un blog nuevo, si querés date una vuelta...
que andes bien, saludos desde un ojo azul...
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